Publicado por
chizita
on domingo, 24 de abril de 2011
La verdad estaba esperando que alguien pidiera la segunda parte del viaje. Pero como nadie lo hizo, me olvidé de volver a postear algo por acá (sí, tengo un master en deslindarme de toda culpa ante cualquier situación).
La carpa estaba maravillosamente ubicada en una sombra muy amplia, el camping estaba vacío y la ruta estaba bastante lejos, el celular no tenía señal, así que dormimos hasta pasadas las diez relajadamente.
El calor empezaba a sentirse. El plan era salir pasadas las cinco, cuando el calor hubiera aflojado un poco. Hasta entonces no teníamos nada que hacer, cosa que yo disfruto mucho pero Isa no tanto. Por suerte, como era un solo día, dijo que podía disfrutarlo igual!
Teníamos un montón de actividades, en verdad, pero esas actividades de camping que se hacen tan relajadamente y despacito. Tenía que lavar mi remera, ir ordenando las cosas, desarmando, escribir algo de lo que habíamos hecho el día anterior para no olvidarme... Esta chica tenía la misión de ir al almacén que quedaba saliendo por la ruta. Tanta suerte tenemos que estaba cerrado por Duelo. No pudimos comprar nada para comer, entonces.
Así se fue pasando el día hasta que tuvimos hambre y recurrimos a todas nuestras provisiones: dos zanahorias, una lata de paté y unos pancitos negros del día anterior. Nos comimos el paté con los pancitos, que eran tan poquitos que la mitad del paté lo comimos directo de la lata.
Después llegó el turno a las zanahorias. Esta chica las lavó, las peló, y las cortó en varitas como el día anterior. Me comí mil varitas. Y descubrimos que no teníamos más comida. Y que teníamos hambre, mucha hambre.
Lo único que funcionaba para sacarnos el hambre era tomar agua de la canilla, que era tan tan tan espantosamente horrible que:
1- esta chica dudaba de que fuera potable
2- te sacaba las ganas de volver a poner cualquier cosa en tu boca
Esta chica solucionó el problema del agua comprandose un agua de 2 litros, y yo lo solucioné hirviendo el agua de canilla y tomando mate.
El sol seguía girando sobre nosotros, es una sensación tan linda ver cómo pasa el día mientras lo mirás pasar. Cada minuto que pasaba, hacía un poco más de calor. Por fin, alrededor de las cuatro, llegó mi hermana. Hace 37 grados y medio, nos dijo. Eran casi las cinco de la tarde.
Trajo agua tomable, soda, una gatorade para nuestra vuelta y unas galletitas que fueron atacadas a velocidades increíbles por Isa y por mí. Subimos todo a su auto, y volvimos a donde empezamos, otra vez sentaditas sobre nuestros chalecos reflectivos.
Cinco y media llegó el momento de enfrentarnos a la realidad de que teníamos que salir a la ruta. No bajaba aún de treinta y siete grados, y la ruta no tenía sombra, así que nos metimos abajo de esas canillas con esa agua tan poco privilegiada, y salimos chorreando a la ruta. Poco duró nuestra fresquitud, bajo el sol entrerriano. Llegamos a la ruta, y esta chica puso sus pies en sus pedales y... oh oh!!
Resulta que el día anterior, en la visita de mi sobrina, habían salido a dar una vuelta con la bici, y mi sobrina se había caído, en realidad, se había estrellado a toda velocidad en bajada con la parrilla del camping mientras gritaba AAAHHHH con los piecitos abiertos en el aire, en vez de usando el freno contrapedal. La habíamos curado con nuestro botiquín de viaje, con gasitas y todo quedó divina.
Pensamos que ahí terminaba la anécdota, hasta que al poner los pies en los pedales, esta chica descubrió que su pedal estaba a 45º hacia abajo, lo cual hacía peligrar la permanencia del pedal porque en cualquier momento se podía salir del todo, así como impedía arrancar con el pie derecho como todos hacemos siempre, para no hacer tanta fuerza. Pero lo realmente insoportable era que el pedal estaba en diagonal hacia abajo cuando el pedal estaba abajo pero cuando dabas la vueltita y el pedal estaba arriba, estaba a 45º para arriba, con lo cual la travesía en bici se transformaba en una especie de sesión de kinesiología de rotación de tobillo.
Así y todo, con todos estos contratiempos, cuando llegamos por la ruta a la intersección con la ruta que iba a Colón, decidimos volver por Colón, lo que incrementaba nuestro viaje en unos 10 o 15 kilometros, si mal no recuerdo. Desde la intersección, fueron 12 km hasta llegar a Colón, en donde teníamos como objetivo principal comprar alfajores "Aquellos 530", ampliamente recomendados.
Llegamos a Colón pasadas las siete, y a medida que iba aflojando el calor, se iba acercando una tormenta que se veía venir en el horizonte, y que una vez adentro de Colón se transformó en un ataque de viento a nuestros cuerpitos y ojitos, era casi imposible avanzar. Los alfajores eran nuestra zanahoria, así que llegamos. Esta chica entró a comprar, yo cuidaba las bicis y me llamó mi hermana para decirme que venía una tormenta, y que las tormentas en Entre Ríos son tormentas en serio, que me apurara, ya que aún estaba a 8 kilómetros de su casa.
Comimos un alfajor que fue uno de los alfajores más ricos de mi vida. Pero sólo ese, el primero, el que comimos en la vereda, después del calor, del viento, del cansancio. Comí otros, pero ya no volvieron a ser tan ricos.
Decidimos que por la salud de esta chica debíamos cambiar de bici, y yo agarré la bici del tobillo loco. La odiaba bastante, porque encima no tolero las bicis con freno contrapedal, pero hice mi mejor esfuerzo y volvimos a salir a la ruta. Ya era de noche, así que prendimos nuestras lucecitas, y tratamos de mantenernos sobre el margen de la ruta, o en la banquina de tierra, cuando mi espejito me indicaba que venía alguien sin intención de hacerme un poco de lugar. Al rato, nos dimos cuenta que la tormenta había pasado de largo, esquivándonos por suerte.
En esos ocho kilometros descubrimos lo cierto que es que todo todo en Entre Ríos son lomitas, subis, bajas, subis, bajas, fue agotador, a la vez que yo estaba tan feliz por andar por la ruta de noche, andando en bici entre los bichitos de luz.
Por fin llegamos a la calle de tierra que nos llevaría a lo de mi hermana. Si en la ruta se veía poco, en esta calle era lo mismo ser ciego que no serlo. No había luna, ni una sola luz, ni una casa, ni nada que pudiera alumbrar un poco el camino. Andábamos con una pequeña luz de leds adelante de la bici de esta chica para poder ver algo, hasta que nos casi-caímos las dos. Habíamos llegado a una parte en que la calle era toda de arena, las bicis se trabaron y caímos. Se rompió la luz de leds. Decidimos seguir caminando, adivinando.
Finalmente, con una ducha esperándonos y un auto listo para ir a comer pizza, llegamos por fin!
Esa fue nuestra primera experiencia de viaje en ruta con bici, y decidimos que sí, que era lo nuestro, que se siente tan lindo, que es tan lindo dormir después de un día de bici. Dos meses exactos después de este primer intento, será nuestro primer día de ruta, de Amsterdam a Haarlem. Allí también promete aparecerse la lluvia y el viento, pero sin alfajores.
¡¡Veremos cómo nos va!!
5 comentarios:
en mi versión de los hechos:
1. no teníamos NADA q hacer
2. no teníamos comidaaaa
3. el agua era INTOMABLE y la superbotella la compré a un modico precio de 5pe (lo cual dado que era el único lugar abierto es una ganga)
Hola! Para que no digas que todos tus amigos son unos vagos y se limitan a leer el mail que manda automaticamente tu blog, decidi seguir el link del mail y leerlo de aca, asi te sentis mejor con vos misma y tu creacion bloguera... espero haber causado el efecto deseado.
Ahora no me acuerdo si te iba a decir algo mas o no, pero me dieron ganas de salir a andar en bici de noche con los bichitos de luz por la ruta. Abrazo!
muy bien anajuuu!!! igual el blog lo creó esta chica porque yo no tenía tiempo, pero lo quiero como si lo hubiera creado yo jajaja.
ay sí! hoy anduve de nuevo de noche y realmente es el mejor momento del día, lástima que allá no lo haré...
Lo que verdaderamente NO ENTIENDO es por qué no aprovecharon la pasada por Colón para que un bicicletero les enderezara el pedal!!!
Pero linda aventura me pareció. Ojalá saquen enseñanzas: nunca confíes sólo en el almacenero del lugar y llevá comida de más; que nunca te falte agua entre tus pertenencias (es preferible tener que cargarla, que no tenerla, ya que es algo BÁSICO!); averiguá antes dónde hay un bicicletero cerca de tu ruta, miles de cosas te podrían pasar con la bici!
Las dos primeras enseñanzas yo las practico siempre, aún sin andar en bici. La tercera me parece vital si la bici será tu indefectible medio de transporte.
Quisiera suponer que aprendieron "primeros auxilios" de bici, y que se llevan gomines y parches para pinchazos de goma, AL MENOS!
jajaja como te quiero!!
sos la unica persona mas previsora que yo que conozco...
te empece a contestar, pero lo borré porque contestarte amerita un post que pondré en estos días con todo esto de la previsión jajaja
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